Memoria desnuda: Sobre la fotografía de María Tudela Bermúdez Por Flavia Iquira-Pizarro Es bien sabido que la novedad depende más de la perspectiva, de la forma en que se concibe la visión, incluso por el subconsciente, que en la disposición…
Del otro lado, siempre: Sobre la propuesta de Luca Galavotti Por Lena Marin Suele decirse que el éxito con una fotografía depende del dominio de la luz. Saber dar con la luz más apropiada para la imagen; más precisamente, con…
Un sitio al cual volver: Sobre la propuesta de Dario Maglionico Por Luisa Deguile Lugares. Pertenencias. Posesiones. Límites. Hablamos de espacios por apropiación: al hacerlo referimos a las dimensiones en que concebimos, discurre o es posible que discurra una realidad, tentando…
Cuestión de carácter: Sobre la propuesta de Rekha Garton Por Lena Marin Cuestión de carácter. De personalidad. Entendemos por carácter al conjunto de rasgos que permite identificar la particular manera de ver, pensar y proceder de alguien, por el que…
Golpe y desbandada: Sobre la propuesta de Laura Makabresku Por Lena Marin Tratándose de personas, por toda víctima se supone, hay siempre un victimario. Se trata más que de posiciones, de roles. Cada uno de estos, determinado por un comportamiento…
Decir de drama: Sobre la obra de Robert Heindl Por Juan Pablo Torres Muñiz Efectivamente, hablamos de textos, pero qué tan preciso es preguntar qué nos dice, entonces, tal o cual imagen. A distintos lenguajes corresponden obviamente distintas lecturas; por tanto, la…
Desgarramientos: Sobre la propuesta de Gabriela Bodin Por Juan Pablo Torres Muñiz Alma y cuerpo. Abstracción ideal, la primera; materia, el segundo. De todas formas, no es lo mismo hablar de uno y otro que de psique y carne. Es difícil incluso…
Ver no conlleva más misterio, no literalmente; es de por sí, sin embargo, maravilloso. Uno ve, en efecto, lo que tiene ante sí. Pero visualiza justamente lo que no es posible de ver «a simple vista»; de hecho, lo hace visible por medio de algún procedimiento o a través del empleo de algún dispositivo, inclusive la imaginación. Así, uno ve efectivamente por medio de la vista, mientras que uno visualiza en la medida en que fragua ante sí una representación. ¿Qué media en este caso sino el prisma de la propia visión, esta vez como concepto en su acepción más compleja?
Tanto con la fotografía analógica, como con la más moderna, cuyo tratamiento digital permite hablar de muchísimo más que capturas en principio, el enfrentamiento entre visiones, la del autor, de una parte, y la del espectador, por otra, habida cuenta la inmediatez y fidelidad que justifica el uso de la tecnología, implica un grado de violencia elevado y, por ello mismo, decisivo.
Desde luego, hay propuestas y propuestas. Tatiana Rivero nos enfrenta desde hace años a sus modelos en una suerte de juego de espejos en el que la soledad hace eco dentro y fuera de la obra.
En su conversación, Ana impresiona, siempre. Su natural cordialidad impide en todo caso que las confrontaciones, siempre significativas, que ocasionan sus lienzos, de las que vertimos buena parte en cartas y notas, dejen de ser en todo momento, oportunidades de conocerse más uno mismo.
Las coincidencias a propósito de los enfoques (en sus niveles más comprometidos y, quizá también, comprometedores) o, más precisamente, respecto los términos empleados a su desarrollo, en lugar de favorecer un diálogo veloz, de abundantes ideas en ágil sucesión, de liberar las voces en torrente –habida cuenta, además, la confianza que inspira–, nos aproximan a la artista en cita común con el silencio: de vuelta ante los elementos reconocidos, los puentes a la evocación común, revelación de sus cuadros…