Tambaleo: Intervención en foro sobre la crisis de Estados Unidos y la transición geopolítica global
Por Juan Pablo Torres Muñiz

Cinco atentados contra figuras públicas en lo que va del año, sólo dentro de EEUU… Cifras de terror. Y, por otra parte, la Cumbre de Tianjin…
El panorama actual de Estados Unidos presenta una convergencia de crisis sin precedentes desde los atentados del 11 de septiembre de 2001. Una deuda pública federal que alcanza niveles históricos, una fractura sociopolítica profunda, el choque entre proyectos soberanistas y globalistas, escándalos de corrupción y una creciente ola de violencia interna configuran un escenario de creciente inestabilidad. Este cuadro no es aleatorio, sino la culminación de procesos de largo alcance iniciados hace décadas, que ahora se aceleran y precipitan. Los dos pilares que durante el período unipolar sostuvieron la hegemonía estadounidense —la dominación del discurso oficial y la hegemonía monetaria del dólar— muestran hoy grietas evidentes, señalando una transición geopolítica de gran calado…
[Invitado para hablar al respecto, acaso porque sigo noticias sin exclusivizar fuentes de la Anglosfera que, de uno u otro modo, impera también por estos lares, y poco más, me atreveré a un análisis sucinto que, espero, si no alcanza a iluminar un poco el panorama para algunos, confirme —o cuestione con fundamento—, cuanto piensan los mejor enterados…]
Deuda Pública y la Arquitectura de la Pirámide Financiera Global
La preocupación por la deuda pública de los Estados Unidos, que a principios de 2025 supera los 36.2 billones de dólares —más del 122% de su PIB— y continúa su trayectoria exponencial, debe entenderse dentro de un marco analítico más amplio. Como advirtió tempranamente el analista geoeconómico Alfredo Jalife-Rahme en obras como El lado oscuro de la globalización (2000), el sistema se sustenta en una «globalización financiera especulativa» (GFE), una suerte de «pirámide de papel» desconectada de la economía productiva real.
Este proceso se intensificó en la década de 1990, cuando un nuevo poder financiero, centrado en instrumentos derivados, se adueñó de los mecanismos de control económico global. Según el Banco de Pagos Internacionales (BIS), el valor nocional del mercado de derivados Over-The-Counter (OTC) alcanzaba los 80 billones de dólares en 1998, una cifra que, aunque inferior a las estimaciones más altas citadas en el texto, ya multiplicaba por varias veces el PIB mundial de la época (BIS, Statistical Annex, 1999). Hoy, este mercado supera los 600 billones de dólares, según datos del BIS de 2023, lo que representa más de seis veces el PIB global, confirmando la magnitud de esta estructura especulativa y opaca.
La capacidad de EE.UU. para mantener este sistema —y su propia deuda— se ha basado en el privilegio del dólar como moneda de reserva global, permitiéndole financiar déficits crónicos. Sin embargo, este modelo muestra signos de agotamiento. La rebaja de la calificación crediticia de la deuda estadounidense por Moody’s en 2025, sumada a las advertencias de Goldman Sachs sobre las presiones inflacionarias y el debilitamiento estructural del dólar, son síntomas de una vulnerabilidad creciente (Moody’s Investors Service, Credit Opinion: United States of America, 2025; Goldman Sachs, Global Macro Outlook, Q1 2025). Como señala la economista Carmen Reinhart, coautora de This Time is Different, históricamente los episodios de elevado endeudamiento suelen culminar en crisis financieras o en una represión financiera que erosiona el valor de los activos (Reinhart & Rogoff, 2009). La «burbuja hiperinflacionaria de activos», a la que alude el texto, encuentra eco en las tesis de economistas como Michael Hudson, quien argumenta que la financiarización actúa como un mecanismo de extracción de renta que drena la economía real (Hudson, Killing the Host, 2015).
La perpetuación de este esquema ha dependido, en última instancia, de la potencia militar estadounidense, que garantizó la imposición y aceptación global del dólar y de sus instrumentos financieros, especialmente tras la desintegración de la Unión Soviética. La conexión entre el poder militar y el financiero es, por tanto, indisociable.
La Fractura Interna: Soberanismo vs. Globalismo y la Ingeniería del Caos
La profunda división sociopolítica en Estados Unidos trasciende la mera polarización partidista; es la expresión de un choque fundamental entre dos visiones del mundo: una soberanista-nacionalista y otra globalista-transnacional. La figura de George Soros, como paradigmática del segundo bloque, es central para entender esta dinámica.
Las acusaciones del ex Primer Ministro de Malasia, Mahathir Mohamad, contra Soros durante la crisis financiera asiática de 1997 —señalándolo como el responsable de una especulación «inmoral» que devastó las economías del ASEAN— ilustran el modus operandi de este poder financiero desterritorializado (Mahathir Mohamad, Discurso en la Reunión Anual del FMI-BM, 1997). La red de fundaciones de Open Society, presente en más de 120 países, opera bajo la fachada de la filantropía y la promoción de la «sociedad abierta», pero, como analistas como John Fonte han señalado, promueve una agenda de gobernanza global que frecuentemente erosiona la soberanía nacional y las tradiciones culturales locales (Fonte, Sovereignty or Submission, 2011). La paradoja, como bien apunta el texto, es que el propio Soros ha alertado sobre los peligros del capitalismo laissez-faire sin control, el mismo que su actividad especulativa ha ayudado a impulsar.
Este ecosistema globalista se nutre de una arquitectura financiera opaca. Como documenta el experto en flujos financieros ilícitos Raymond Baker, la desregulación ha facilitado no solo la fuga de capitales y la evasión fiscal, sino también el lavado de dinero proveniente del crimen organizado y el narcotráfico, fenómeno que Jalife-Rahme denominó «narco-globalización» (Baker, Capitalism’s Achilles Heel, 2005). El Fondo Monetario Internacional (FMI) estimó a finales de los 90 que el volumen del dinero lavado anualmente podía equivaler entre el 2% y el 5% del PIB mundial, confirmando la magnitud del problema (FMI, Informe sobre Blanqueo de Capitales, 1998).
La instrumentalización de estas divisiones internas es un componente clave de la «guerra híbrida». La estrategia, como describe el coronel Pedro Baños, busca debilitar a los estados-nación desde dentro, exacerbando grietas identitarias, políticas y sociales. La advertencia de la politóloga Barbara F. Walter sobre el riesgo de insurgencia o guerra civil en EE.UU. —basada en criterios como la anomia social, la pérdida de fe en las instituciones y la polarización— deja de ser una mera hipótesis académica para convertirse en un posible eslabón dentro de una estrategia más amplia de desestabilización del hegemón en declive (Walter, How Civil Wars Start, 2022).
Implicaciones Geopolíticas Globales: El Ascenso del Multipolarismo
Las debilidades internas de EE.UU. son catalizadoras de un reordenamiento global acelerado hacia un sistema multipolar, donde otros actores aprovechan para expandir su influencia y desafiar el antiguo orden unipolar.
– Rusia: Energía, Resiliencia y la Nueva Geopolítica Eurasiática: La centralidad de Rusia como potencia energética es indiscutible. Posee las mayores reservas de gas natural del mundo y se encuentra entre los tres principales productores de petróleo. La fallida estrategia de la OTAN para cercar y controlar estos recursos, particularmente tras el conflicto en Ucrania, ha dado paso a una realidad geopolítica más compleja. Como analiza el geopolítico Alexander Dugin, el proyecto de un «Mundo Multipolar» implica la formación de grandes espacios continentales (Dugin, Teoría del Mundo Multipolar, 2012). La actual negociación entre Rusia y EE.UU., atraviesa las tensiones con Europa, sobre el petróleo de Alaska, el acceso al Ártico y los hidrocarburos venezolanos, ejemplifica esta realpolitik. La dependencia energética europea, sumada a su crisis económica —con Alemania al borde de la recesión técnica y Francia sumida en una crisis de gobernabilidad—, la coloca en una posición de extrema vulnerabilidad, forzándola a reevaluar su alianza transatlántica.
– China: La Estrategia Geoeconómica y la Desdolarización: La decisión de China de no devaluar el yuan durante la crisis asiática le granjeó una gran credibilidad. Hoy, su estrategia es ofensiva. Como el mayor tenedor de bonos del Tesoro de EE.UU., China se encuentra en una posición de poder asimétrico: es el acreedor de su principal rival. Su iniciativa más disruptiva es la promoción de sistemas de pago alternativos al SWIFT, como el Cross-Border Interbank Payment System (CIPS), que, aunque aún menor en volumen, ofrece una infraestructura paralela para el comercio en yuanes. La creación de los BRICS+ y su Nuevo Banco de Desarrollo (NDB), junto con acuerdos bilaterales para comerciar en monedas locales, son pasos concretos hacia la desdolarización de una porción significativa del comercio global (Arduino & Gong, Securing the Belt and Road Initiative, 2022). La Unión Europea, atrapada entre la hegemonía estadounidense y las oportunidades económicas chinas, se ve obligada a una complicada danza diplomática, donde figuras como Ursula von der Leyen encarnan la tensión entre la lealtad atlántica y los intereses económicos continentales.
Iberoamérica: El Campo de Batalla de la Doctrina Monroe 2.0
La estrategia estadounidense para la región es una versión moderna y financiarizada de la Doctrina Monroe, cuyo objetivo último es el control hegemónico integral desde Alaska hasta Tierra del Fuego.
– La Dolarización como Instrumento de Dominación: El objetivo estratégico es la dolarización financiera de la región, replicando el modelo de Panamá o El Salvador. Esto otorga a la Reserva Federal un control indirecto sobre la política monetaria de estos países, los hace extremadamente vulnerables a las decisiones de la política monetaria de EE.UU. y facilita la extracción de recursos. Las medidas coercitivas unilaterales (MCUs), bloqueos y descalificaciones crediticias son herramientas para forzar esta dependencia. El control del narcotráfico, como señala el texto, es un pilar dual: justifica la intervención militar y policial mientras canaliza flujos financieros ilegales que benefician a ciertos sectores dentro del propio sistema.
– Venezuela y los Recursos Estratégicos: El caso de Venezuela es paradigmático. Con las mayores reservas de petróleo certificadas del mundo, su control es un objetivo geoestratégico. La política estadounidense busca la privatización de facto de PDVSA para integrarla en el circuito del petróleo denominado en dólares, lo que implicaría la desaparición funcional del estado venezolano como actor soberano. La alianza con Arabia Saudita y México busca reconfigurar el mapa energético global, haciendo a Washington menos dependiente de Oriente Medio y más capaz de aislar a rivales como Irán y Rusia.
– México, Brasil y Argentina: Presiones y Resistencia: México vive una «soberanía limitada» desde la crisis del tequila de 1994, que lo colocó bajo la tutela financiera del Tesoro estadounidense. Brasil y Argentina, como núcleos del MERCOSUR, son objetivos primordiales para la balcanización mercantil. Mientras Argentina avanza hacia una dolarización espontánea debido a su hiperinflación crónica, Brasil resiste desde su membresía en los BRICS, buscando crear mecanismos de comercio sur-sur que eviten el dólar. La reciente expansión de los BRICS+ incorpora a nuevas potencias regionales, creando un contrapeso significativo.
– Ecuador y Perú: Laboratorios de Inestabilidad: Estos países son el campo de prueba de la GFE. En Ecuador, la dolarización oficial lo ha hecho vulnerable a shocks externos. En Perú, a pesar de una relativa estabilidad macroeconómica, el fracaso del modelo neoliberal en distribuir la riqueza ha generado una profunda inestabilidad política y social, que es exacerbada externamente para debilitar al estado y facilitar el acceso a sus vastos recursos minerales.
En el Umbral de la Post-Globalización
La globalización financiera especulativa, como fuerza devoradora que fue, ha generado sus propias antítesis: la balcanización, el resurgimiento del soberanismo y la formación de bloques geoeconómicos rivales. Las predicciones de Jalife-Rahme se han materializado con una precisión notable. Las tensiones internas en EE.UU. no son un fenómeno aislado, sino el epicentro de una convulsión global que marca el final de un ciclo y el doloroso nacimiento de otro.
El orden unipolar basado en la hegemonía del dólar y el poder militar indiscutido está cediendo paso a un mundo multipolar, más caótico y conflictivo, pero también con espacio para una mayor autonomía de las naciones. La resistencia a lo que el texto identifica acertadamente como un «totalitarismo del buenismo» —un sistema de control blando basado en la hegemonía cultural y el dominio financiero— está en marcha. El desafío al poder financierista está redefiniendo las reglas del juego en un siglo XXI que se niega a ser un mero apéndice de los intereses de una élite transnacional. La agonía del hegemón es, por definición, un período de gran peligro y de gran oportunidad.
Proyección
Permítanme el atrevimiento…
La confluencia de crisis internas en Estados Unidos —económica, política y social— ha dejado de ser una amenaza latente para convertirse en un factor operativo directo y acelerador de la reconfiguración del orden mundial. El asesinato del influyente comentarista conservador Charlie Kirk, el pasado 10 de septiembre, no constituye un episodio aislado; es un síntoma grave de la guerra no convencional que libran las facciones globalistas y soberanistas dentro del propio tejido estadounidense. Este acto, articulado con la ola de violencia que azota ciudades como Chicago y Portland, así como Francia —donde los disturbios provocados por la crisis económica y la inmigración descontrolada han llevado al gobierno a imponer toques de queda en quince departamentos—, confirma sin ambigüedades que la estrategia de balcanización controlada ha entrado ya en su fase caliente.
La violencia interna en Estados Unidos dista mucho de ser espontánea. La ingeniería social es uno de los instrumentos más refinados de la guerra híbrida contemporánea. El asesinato de Kirk —figura clave del ala soberanista nacional— transmite un mensaje inequívoco: la eliminación física de líderes disidentes ha pasado a formar parte del repertorio explícito del poder establecido. Esto no es un fenómeno coyuntural, sino estructural. Como advirtió Barbara F. Walter en How Civil Wars Start, cuando las élites perciben que están perdiendo el control institucional, pueden optar por la violencia sistemática para neutralizar cualquier oposición real o potencial.
En fin, las proyecciones son sombrías:
– Escalada de violencia paramilitar: Grupos armados patrocinados por intereses globalistas (ONGs con fachada de «defensa de la democracia») y milicias soberanistas se enfrentarán en escenarios urbanos. La retórica de ley y orden será instrumentalizada para justificar una militarización doméstica sin precedentes.
– Crisis institucional definitiva: Las últimas elecciones fueron el preludio. Las próximas podrían no celebrarse, o hacerlo bajo estado de excepción permanente. El Complejo Militar-Industrial, profundamente dividido entre globalistas (DoD, CIA) y sectores soberanistas (fracciones del Pentágono, exagentes), podría fracturarse abiertamente, generando una guerra fría interna con consecuencias letales.
– Colapso financiero controlado: Probablemente, la FED se verá forzada a elegir entre hiperinflación (para salvar la deuda mediante su dilución) o deflación (que colapsaría el mercado de derivados). La opción más probable, según Rubén Gisbert, es una quita encubierta mediante inflación galopante y confiscación selectiva de depósitos por encima de cierto umbral, tal como ya se ensayó en Chipre o Argentina.
Francia funciona hoy como termómetro político de Europa. Los disturbios motivados por el recorte de subsidios, la crisis energética y la fractura social no tienen parangón con nada visto desde mayo del 68. Emmanuel Macron ha perdido efectivamente el control; el ejército francés está desplegado en las periferias de París, Lyon y Marsella. Esto no es casualidad: como señala Francisco Cruz Sequera, Europa es el eslabón débil del proyecto globalista, carece de un proyecto soberano coherente y depende, en lo militar y financiero, de un EE.UU. cada vez más inestable.
Ante estas situaciones, claro, cabe otra proyección, la estratégica:
– Desintegración de facto de la UE: Países del Este —Hungría, especialmente— acelerarán su salida del proyecto europeo. Alemania, al borde de la recesión técnica prolongada, no podrá asumir su rol tradicional de ancla económica.
– Golpe de Estado blando en Francia: La ultraderecha de Le Pen podría acceder al poder no mediante elecciones libres, sino a través de un acuerdo tácito entre élites para contener la revuelta social. Se trataría de un gobierno de «unidad nacional» sostenido por el respaldo militar y la legitimidad de emergencia.
– OTAN en coma: La alianza, ya declarada «brain dead» por el propio Macron, ahora también es paralítica. EE.UU. retirará tropas de Europa Oriental para concentrarse en la pacificación interna y en contener a China en el Pacífico Occidental.
– Rusia y China: la oportunidad estratégica: Moscú y Pekín no son meros observadores pasivos. Están ejecutando una estrategia de acorralamiento pasivo, aprovechando la implosión del centro hegemónico: Rusia capitaliza la crisis europea para consolidar su influencia en África —Sahel, República Centroafricana— y cerrar acuerdos energéticos con Turquía, Hungría y Serbia, aislando aún más a la UE del suministro de gas y del liderazgo geopolítico. China acelera la desdolarización con resultados concretos: el petroyuan es ya una realidad operativa; Arabia Saudita, Irán y Rusia venden más del 40% de su crudo en yuanes o rublos. El sistema CIPS crece a un 15% interanual. El golpe maestro: ofrecer liquidez en yuanes a países en crisis —como Argentina o Egipto— a cambio de bases logísticas o acceso privilegiado a recursos estratégicos.
– Iberoamérica: La crisis en EE.UU. no debilita su imperialismo; lo redirige hacia escenarios de caos controlado. La doctrina Monroe se reconvierte en una estrategia de control por desestabilización: En México, la violencia del narcotráfico sirve como pretexto para una intervención militar «suave» —asesores, drones, operaciones encubiertas— cuyo objetivo real es asegurar el traspatio y mantener los flujos de droga, clave para la financiación de operaciones encubiertas del aparato de inteligencia. Venezuela sigue siendo el premio mayor. La privatización de PDVSA será forzada mediante sanciones extensivas y un bloqueo naval disfrazado de operación «humanitaria».
El mundo no transita hacia un nuevo orden estable, sino hacia un desorden multipolar. En efecto, el fin del dólar como moneda global no implica que será reemplazado por otra moneda única, sino por un sistema fragmentado de canastas monetarias y activos reales —oro, recursos naturales—. El BRICS+ lanzará una moneda digital respaldada por commodities entre 2026 y 2027.
El Ártico, África y América Latina serán escenarios de conflictos de baja intensidad por agua, minerales críticos y energía.
La crisis acelerará la implantación masiva de CBDCs (Monedas Digitales de Banco Central) como herramienta de control social absoluto. Quien se oponga será «desconectado» del sistema financiero y comercial.
Veremos…
Referencias Bibliográficas:
– Arduino, A., & Gong, X. (Eds.). (2022). Securing the Belt and Road Initiative: Risk Assessment, Private Security and Special Insurances Along the New Wave of Chinese Outbound Investments. Palgrave Macmillan.
– Baños, P. (2018). El dominio mental: La geopolítica de la mente. Ariel.
– Baker, R. (2005). Capitalism’s Achilles Heel: Dirty Money and How to Renew the Free-Market System. Wiley.
– Banco de Pagos Internacionales (BIS). (1999, 2023). Statistical Annex. Informes Anuales.
– Congressional Budget Office (CBO). (2025). [Proyecciones sobre la deuda pública de EE.UU.].
– Dugin, A. (2012). Teoría del Mundo Multipolar. Editorial Eurasia.
– Fondo Monetario Internacional (FMI). (1998). Informe sobre Blanqueo de Capitales.
– Fonte, J. (2011). Sovereignty or Submission: Will Americans Rule Themselves or be Ruled by Others? Encounter Books.
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– Hudson, M. (2015). Killing the Host: How Financial Parasites and Debt Bondage Destroy the Global Economy. ISLET-Verlag.
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– Keating, S. K. (s.f.). [Editora y jefa de Soldier of Fortune, sobre la improbabilidad de una guerra civil en EE.UU.].
– Mahathir Mohamad. (1997). Discurso en la Reunión Anual del FMI-Banco Mundial. Hong Kong.
– Miran, S. (2025). [Propuesta de «plan de Mar-a-Lago» para reestructuración de la deuda estadounidense].
– Moody’s. (2025). [Rebaja de la calificación crediticia de la deuda estadounidense].
– Reinhart, C. M., & Rogoff, K. S. (2009). This Time Is Different: Eight Centuries of Financial Folly. Princeton University Press.
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– U.S. Treasury Department. (2024). [Cifras de deuda pública federal de EE.UU.].
– Walter, B. F. (2022). How Civil Wars Start: And How to Stop Them. Viking.
– Walter, B. (s.f.). [Politóloga de UC San Diego, sobre factores que podrían llevar a una guerra civil/insurgencia en EE.UU.].