Sublime: Aproximación a la obra de Alex Valentina

Por Juan Pablo Torres Muñiz

Etimología: Sublime deriva del latín sublimis, término conformado por el prefijo sub-, que puede traducirse como «bajo»; y el sustantivo limis, que refiere a «límite». Su uso hoy convencional se atribuye a Longino, con su obra Sobre lo Sublime, en que explora las posibilidades de elevar el alma humana mediante el lenguaje. Tras el Renacimiento, principalmente durante el Romanticismo, el término ganó la mayor importancia. No ha de extrañar a nadie: corresponde a una suerte de esencia cuya hondura y elevación llevan más allá de lo común.

Esto era posible en el Barroco, ciertamente, a través del férreo ejercicio de la razón, especialmente la alusiva, siempre desde la realidad institucional, hacia la realidad detrás de las instituciones y los límites del lenguaje. Siempre hacia el desengaño, siempre materialista. Pero desde el Romanticismo alude a un ideal que se desprende de lo material, para componer una supuesta imagen prístina a la sensibilidad de unos y otros, sin explicación posible. De ahí el ridículo de los críticos posmodernos: «¿No lo sientes? Es que el arte no se piensa… ¿El valor de la obra? O lo sabes o no…»

Alex Valentina plantea, entre otras, la cuestión de si cabe reconocer en la conversión de un material en otro, del natural, propio de la realidad original al de la invención ingeniosa, eminentemente artificial, la atribución subliminal (especialmente en su acepción de captación por debajo de la consciencia, bajo el imperio del mayor relativismo).

Flores, frutas, hojas, insectos, ramas, hojas y el añadido de globos, cintas y otros objetos fabricados; finalmente, piedras… Naturaleza e intervención delicada, exuberantes «de vida», vida estilizada al extremo, símbolo inequívoco romántico… Y pedrería brillante. Aquí, plástico, finísimo… y estéril.

Paradoja, provocación, claro, pero felizmente bastante más que eso, solamente.

(Las imágenes, del sitio en Internet de la artista: Alex Valentina — Alex Valentina)