Si se enteran: En torno a ciertos cambios, algunos, irreversibles
Por Juan Pablo Torres Muñiz

A ver, me digo, y retorno de inmediato al momento del viaje en bus, hoy temprano, cuando me volví por vez enésima a la ventana. La ruta, la de siempre de lunes a viernes. Pero ahora te encuentras a más de un par de centenas de kilómetros, y no a mi lado, apoyada en mi hombro.
Café…
Que pase rápido el día… Se trata de poco más de cuarenta y ocho horas en total, hasta que te alcance allá. De todas formas, me resulta demasiado.
Café…
Claro, pese a ello, estamos juntos, MiV., pero no es lo mismo, bien lo sabemos.
Anoche, tu voz al teléfono, apenas llegaste allá. Y apenas colgamos, luego de confirmado que todo marchaba bien, herví de impaciencia. Me costó lo suyo dormir. Finalmente, me impuse el deber. Mañana, es decir, hoy, he de poder contarte de lo bueno, y siempre madrugo.
Me escribió Made. Que, por favor, la ayudara con un resumen de noticias resaltantes para sus estudiantes, «algo para que espabilen», precisó; «se los leeré directamente, como lo que es: correspondencia entre nosotros.»
Bien:
El mundo gira, no se detiene y blablablá… Es que se dice de mil formas, pero por más que lo escuchamos e incluso corremos la voz, parece que hiciera falta recordarlo más: una y otra vez, sin parar: El tiempo corre, no te espera; la realidad, intolerante con el idealismo, atiende apenas objetivos claros y metas precisas.
Que ¿cómo va la cosa? Veamos…
Ray Dalio, billonario célebre, Top 100 del planeta y diseñador de modelos de inversión, nada menos, anunció un plazo estimado de transformación absoluta del mercado; es decir, un plazo al cabo del cual nada de lo que conoces se parecerá a lo que es hoy, pero ya no sólo en lo comercial, sino también en lo cotidiano. Cinco años. Sí, no cincuenta, ni veinte, ni mucho menos cien. Cinco. Para lo inimaginable de momento. Apenas para la aproximación parcial.
¿Debido a qué? La respuesta corta sería: IA. La larga requeriría una explicación pormenorizada de cómo operan estos sistemas, que no son precisamente inteligentes, pero son capaces de procesar mucha más información, mucho más rápido que el mayor genio jamás nacido, siempre que cuenten con criterios debidamente prestablecidos. Además, tendríamos que entender qué es la computación cuántica, que la ha potenciado a una escala digna de la más entusiasta ciencia ficción. Dicha explicación ya la dimos antes, así que, por el momento, bástenos saber que hablamos de una forma de tecnología hiper potente que opera con mecanismos a escala microscópica —de hecho, al punto que, antes, el ruido era capaz de dañar sus estructuras, problema que ya ha sido superado—.
Hace menos de un mes, Microsoft ha hecho público su nuevo producto: el primer chip cuántico (como si fuera poco haber generado, para ello, aparentemente, un nuevo estado de la materia: el topológico). Majorama 1, el chip, es capaz de llevar a cabo operaciones que ni siquiera todas las demás computadoras del mundo juntas (excepto las militares, que ya cuentan con esta misma tecnología) podrían tratar.
Con un ejemplo de su capacidad será suficiente para comprender, además, ciertas implicaciones de su uso. Previamente a la aparición del chip cuántico, una IA, descendiente de la famosa Alpha Go, logró decodificar, en menos de cinco meses, la estructura de prácticamente todas las proteínas existentes en el mundo. ¿Números? Veamos, durante sesenta años, los mejores especialistas trabajaron con computadoras potentísimas y lograron la decodificación de poco más de cincuenta mil proteínas. Notable, notable… Pero el nuevo sistema consiguió en bastante menos de medio año… más de veinte millones, pero no sólo eso; ahora también permite el diseño de proteínas ad hoc, especiales, inexistentes antes en la naturaleza. ¿El impacto en medicina? Alucinante. Desde la hiper potenciación de antídotos para venenos hasta la tan anhelada vacuna contra el cáncer —que Rusia, por cierto, anunció para fines de 2025—.
La IA potenciada con computación cuántica, ahora a nivel comercial, es lo nuevo y llevará a la reconfiguración del mundo entero en tiempo récord, acorde a lo que dice Mr. Dalio. Antes que él ya lo habían advertido quienes pegaron el grito al cielo por el empleo del famoso misil hipersónico Oreshnik (con lo que Rusia ha ganado esa suerte de reciente Segunda Guerra Fría), desarrollado precisamente a través de cálculos potenciados.
La tecnología siempre va a la vanguardia en materia militar. ¿O qué creen, que para defender un país se puede prescindir de lo mejor? Ni hablar, es todo lo contrario. Hay que ser claros: la guerra es atroz, saca lo peor de nosotros, pero también es —tristemente— cierto que en ninguna otra situación la civilización se desarrolla más a nivel técnico y tecnológico, ni en cuanto a conocimiento de nosotros mismos, que durante la guerra.
Ahora bien, el segundo rubro en el que la tecnología se desarrolla a mayor velocidad, apenas tras el militar, es el del control social con fines comerciales. Rastreo personal, apertura completa de cualquier clase de secreto informático, desnudamiento pleno del historial personal en todo ámbito, incluido el de la salud, el fin de la privacidad y la limitación drástica de la libertad y la autonomía… No es una ilusión. De hecho, ya viene dándose. ¿Cómo? De muchas formas. Una de ellas, mediante políticas de debilitamiento ciudadano, o acaso, como prefieren llamarlas sus autores, de una «transformación de la ciudadanía»: eliminación de estudios literarios, postergación de la gnoseología y, en general, del estudio de toda teoría seria del conocimiento, olvido de la geopolítica, inyección de floro absurdo (bajo el absurdo terminológico: «autoayuda»), políticas identitarias y fanatismo victimista. Todo eso, además de propaganda comercial, siempre dada a que el público se sienta comprendido por alguien en particular, a que se identifique con un tipo de gente «único y especial», para ser tratado distinto, cuando en realidad se lo organiza en rebaños de bobos (que se creen listos y, uy, progresistas).
Ahora mismo, no puedes hablar cerca de tus celulares sin que se tome tu voz para registrar preferencias de mercado y que recibas propaganda; no puedes conectarte e Internet sin que se sepa tu ubicación, inclusive sin haber activado el GPS; no puedes realizar ninguna compra ni visitar ningún sitio ni perfil de redes sociales sin registrar una preferencia y convertirte en estadística. Con la computación cuántica, así como sin duda habrá grandes mejoras, también se agravará esta situación.
¿Has escuchado hablar de las «ciudades de quince minutos»? Se trata de proyectos inmobiliarios millonarios, ciudades que uno puede atravesar de cabo a rabo en sólo quince minutos, con todo cerca, de hospitales a centros comerciales, con autosostenibilidad energética, bajo impacto medioambiental y enormemente seguras. Suena muy bien, ¿no? Pero, como todo, tienen un precio: Has de tener en cuenta que se trata del mejor sistema de reagrupación poblacional controlada al margen del estado, del mejor modo de organización de comunidades dependientes de un centro informático interconectado privado; sí, todos bajo vigilancia, bien dispuestos a trabajar y producir bienes, así como a gastar y endeudarse para quien así lo disponga.
Hay más. ¿Has escuchado hablar del mercado de proteína obtenida de insectos y otras fuentes nutricionales alternativas? También suena bien, otro fruto del desarrollo tecnológico, beneficioso para poblaciones necesitadas de alimentos; significará el fin de la hambruna, en muchos casos. Pero también garantiza el monopolio de suministros a escala internacional: países dependientes de las «políticas humanitarias» y la provisión mercantil de súper productores exclusivos, al margen de los estados empobrecidos. En este caso, curiosamente, quienes se quedan con los recursos naturales de dichos estados son, casualmente, parte del conglomerado comercial que ofrece los alimentos procesados. Nada, al azar.
Aunque tenemos, como es claro, ciertas pistas de hacia dónde nos dirigimos, el panorama en pleno nos es desconocido. En todo caso, el papel de Hispanoamérica es importantísimo, aunque como fuente de recursos, tanto materiales como humanos. Europa vive una crisis atroz que la lleva alarmantemente a encarar la guerra contra Rusia como una opción, mientras la mismísima Rusia y EE.UU. negocian entre sí acuerdos ante el crecimiento imparable de China, a la cabeza ya no sólo de la informática y la tecnología, en general, sino cada vez más cerca de las otras dos potencias en materia armamentística.
¿Y nosotros, aquí?
Espero que no o, al menos, menos… perdiendo el tiempo en Tik-Tok…
«A ver si se enteran.» Va de eso. Ineludible, cierta alarma.
Coincidimos Ana N. y yo. Pero no sólo con respecto a las noticias, al modo en que se desvanece una imagen del mundo, aunque inestable, de rasgos más o menos fijos, para dar paso a una radicalmente nueva. Mucho más allá de la cantinela ésa de que lo único constante es el cambio…
La reflexión, curiosamente, surgió de la revisión de una serie de muestras de pintura…
Gran parte de las recientes propuestas de artes plásticas digna de estudio, lo es, sobre todo, por su diseño y composición, por su planificación y eficaz realización, clausurado el menor margen para el ingenio, y ya ni se diga, la improvisación durante su elaboración (convertida así, en producción).
Mientras la música y la literatura, dado que resultan de la articulación de sonidos y silencios, en un caso, así como la de signos, en el otro, implican, cuando parten de una cuestión institucional, que el autor de la obra se cuestione a sí mismo al respecto, la situación en el quehacer plástico es muy distinta.
Los cuadros, esculturas e instalaciones actuales suelen ser, sobre todo, materializaciones efectivas de proyectos que, como tales, deben mucho menos a la operación sobre la materia plástica, al desarrollo pleno de una idea a través del obrar, que a la planificación.
El enfrentamiento con el lienzo o el papel en blanco reviste hoy mucha menos importancia que antes. Esto se debe, principalmente, a las ventajas de la tecnología empleada o, en su defecto, a la experticia técnica del autor en una o varias técnicas específicas, mas sin novedad. Así, se dan cada vez menos intervenciones reales, innovaciones con los materiales artísticos, tanto si hablamos de superficies como de instrumentos de trazo y pigmentación. (No vale la pena detenerse en los casos de gente que simplemente se agarra a trompadas con el material en un arranque efusivo, supuestamente trascendente. Puro garabato, mancha y/o rayón.)
La labor en la «Zona de tiro», donde la operación, por gracia de la práctica, se anticipa a la articulación teórica y, por tanto, la realiza, se limita ahora al cumplimiento de un plan, con apenas imprevistos. Nada de dialéctica. Y esta nueva plasmación ideal se halla lejos, por supuesto, del ars en que la situación de trabajo obligaba al autor cuestionar también la concepción original de su obra, llevándolo a afectarla en el fondo, a partir de la forma. La nueva ejecución de un modelo, por interesante que resulte, se aproxima más a la producción artesanal sistematizada que al arte como elaboración conflictiva en sí misma. Y todo mundo aplaude. Parece y, a menudo, es más fácil. Más inmediato. Más sistematizable.
Esto no niega la aparición de una obra elocuente en sí misma, cuestionadora para el receptor, respecto del marco institucional del que brota y contra el que se enfrenta, sino que el ejercicio dialéctico del artista se ha desplazado a un momento anterior al de la realización de la obra plástica, convirtiendo éste, técnicamente, en simple momento de producción.
Hoy brilló el sol, pegó duro. Me alegra pensar que, ahora mismo, donde me esperas, MiV., también solea, aunque con menos aspereza.
Somos cuerpos. Y más. Pero siempre, material.
Y allá vienen de nuevo el fresco y la niebla.