Representaciones: Conversación con Marcelo Stella a propósito de su más reciente obra

Con Juan Pablo Torres Muñiz

Todo aquí anda revuelto, me dijo; definitivamente, la situación permea mi vida y, con ella, mi trabajo; a lo mejor me anticipo en algo a la conversación con esto que te digo. Pero ya sabes…, Argentina.

El trabajo de Marcelo Stella se atiene, desde hace décadas, a las mismas coordenadas. En la aparente sencillez del planteamiento inicial, ha encontrado una forma de representar a la persona, en general, que atraviesa periodos de tiempo, entre tanto afán de inmediatez, más bien amplios.

La vida discurre y su trama, imposible de trazar con líneas perennes, relaciona y conecta voces y silencios, actos y fenómenos, procesos y situaciones cuyas huellas, aludiendo a Vallejo, acaso nos sean legibles nada más en los surcos con los que distinguen cada rostro. El símil, hecho a mano, acaso dice más de quien manipula la herramienta que de quienes retrata.

Finalmente, Marcelo pudo hacerse de un tiempo, generoso, para el intercambio…

En tu trabajo la línea y las formas imperan por sobre el volumen y las texturas, ¿se advierte así una disposición clara al esquema, al sentido articulado, por sobre la plenitud compleja de la realidad retratada, la de las personas?

Mi búsqueda gira en torno a tres ejes, básicamente: La ausencia (como presencia), la realidad social y política, con todos sus accidentes, y la fragilidad humana, es decir, de todos.

Tus imágenes a menudo parecen flotar en color. ¿Hasta qué punto es esto espontáneo y cuánto del proceso de pintura es premeditado?

Parto de la intuición para conseguir el material adecuado. Así, los materiales que uso para encarar un proyecto no obedecen a una elección premeditada. A veces, sí, pero ocurre cuando uso la línea para contar algo que está sucediendo y me moviliza especialmente. Una idea se va cargando, digamos, y entonces llega el momento de plasmarla.

Ahora bien, suelo emplear los materiales que finalmente tomo, de forma que no fluya, prefiero el atasco: romper el grafito, quebrar la pluma… para quebrar el sentido de la línea. Por eso mismo elijo soportes rígidos, para poder atacarlos con fiereza, si es necesario.

El término retrato proviene del latín retractus, que quiere decir vuelta hacia atrás, una suerte de evocación. A fin de cuentas, el dibujo y/o la pintura que representan a alguien lo hacen bajo la apariencia que tiene, entonces, en específico, en una determinada situación, pero, además, a través de una interpretación particular del momento, el lugar y las circunstancias por parte del autor, necesariamente para el futuro. En tal sentido, tu obra contiene elementos que llevan a pensar en una parcial representación simbólica (nada caricaturesco) …

Alguien escribió que las imágenes no dicen la verdad, pero son un jirón de ésta, un vestigio incompleto.

Cuando uso texturas es para poder rasgar. A lo mejor ahí trazo signos. Por otra parte, el color lo prefiero en paletas limitadas, posiblemente para diluir la forma y lograr que se transforme en algo vago, más indefinido.

Es siempre tu mirada la que brilla del lado oculto del papel o el lienzo. ¿Te anticipas a lo que verá quien se enfrenta a tu obra?

Un maestro, Oscar Mara, opinaba que primaba el sentir antes que la comprensión. No sé si mis obsesiones me permitan fluir de tal modo, pero estoy de acuerdo con que, en algún momento del proceso, uno se pierde y es donde lo expresamente racional pierde protagonismo.

Creo en la «necesidad» creativa, y en ese proceso de búsqueda… el espectador no está incluido.

¿Qué ha cambiado en tu labor en los últimos años?

Yo…

El signo ausente es tan valioso como el presente (algo que tengo anotado en mis cuadernos).

Henos inmersos en la actualidad…

Eso…