EN LA SALA DE EXPOSICIÓN - 1
Entonces, fue aparecer finalmente aquí, luego de tanto, tiempo necesario, diría, cita postergada, por temor, qué más que eso, a verse uno mismo interpelado, desnudo, por los cuerpos, la piel, y también el vacío de fondo, la materia orgánica parcialmente mineralizada, el plano hecho cavidad, alzándose, abrazándole a uno, que se retuerce, no obstante, quieto, así visto de afuera, como se dice, imperceptible el temblor, las sacudidas, pero es urgente, y por fin puedo afirmar heme listo, al menos lo suficiente, que antes enfrenté otro miedo, tan lógicamente, te cuento, hasta librarme sin precisión del instante, cuándo, desmadejado, casi libre, espolón que vierte sangre negra a su paso tras la embestida, que divide, quiera o no, entre lo que pudo ser, lo que es, sin debiera por medio, hasta este punto, aquí, que se desplaza al frente, siempre al frente, donde nos vemos,
mediante la imagen que aquí se prosifica y la de tus cuadros, querida amiga, que es marea y cavidad luminosa, en el encuentro acaso directo entre una voz que tropieza consigo misma y que cada tanto se contradice, y cuanto plantea cada cuadro tuyo, conforme a tu intención, pero también, y no pocas veces, a pesar de ella, de modo que somos más bien testigos de cómo es que una y otra expresión, libradas de nosotros, se enredan y acaso dan lugar a algo propio, a saber de qué, un contacto que, sonrío de pensarlo, disfrutamos, literalmente, pues salpica de vida el espacio más allá del plano marcado de dígitos y del lienzo, incluso el magenta del empedrado, testimonio de una masacre, no en vano inspiró así su denominación pigmentaria, Ana; así que, por favor, paciencia, que nuevamente fui presa de mí mismo, entregado nuevamente a manos distraídas, como seguro supusiste, con acierto, pero esta vez para ver abierta la llaga y dejarla así, para ver desde ella, del brillo mismo de los órganos palpitantes, y reconocerme vivo, dolorosamente, no más bajo toneladas de roca, no más, de modo que tengo no poco que agradecer, valiosísimo, a quien acabó sonriendo, perdida la mirada donde sea, menos en los estragos de quien te escribe, sin saber nada, que así lo dijo no sé, no sé
