Entre la marea: Sobre actualidad tecnológica y educativa
Por Juan Pablo Torres Muñiz

Nadie por aquí parece haberse dado cuenta, por más que asienten ante lo de que todo cambia, siempre. Así es o me encuentro entre sabios que actúan por sobre el supuesto crítico con admirable agilidad, acomodándose a cada paso, sin acusar ninguna especial preocupación.
Se eleva la marea, cambia de rumbo más allá del horizonte, hasta desplazar con la masa el eje mismo del globo. Ocurre, ciertamente, de modo tal que resulta difícil reconocerlo alzando la vista entre el oleaje, lomo escamado de una mole torva. Y las bridas, invisibles y engañosas, hilos que penden de arpones disparados casi a ciegas…
Reviso mis cuadernos de notas, sintetizo algo de lo que compartiré en mis sesiones de clase, muy de paso.
Sobre tecnología y la llamada guerra cognitiva:
1.
OpenAI y DeepMind (Google) aceleran su carrera hacia la Inteligencia General Artificial (AGI), un término mal utilizado que busca replicar capacidades cognitivas humanas en sistemas no biológicos. Según documentos internos filtrados en 2024, OpenAI ha avanzado en la integración de GPT-5 con módulos de razonamiento lógico-deductivo, logrando superar a humanos en tareas como la resolución de problemas matemáticos avanzados (ejercicio de prueba: teorema de Fermat en 0.3 segundos) y análisis estratégico en juegos complejos como Go o StarCraft. Por su parte, DeepMind responde con Gemini 2.0, una arquitectura multimodal que fusiona visión, lenguaje y datos sensoriales en tiempo real, según un informe de la IEEE.
Sin embargo, ambos proyectos enfrentan críticas técnicas: expertos como Yann LeCun señalan que estos modelos carecen de causalidad y comprensión real, reduciéndose a actuar como «extrapoladores estadísticos de alta gama», algo que previó en su momento Penrose en La nueva mente del emperador.
La verdadera AGI sigue siendo un mito, pero su persecución define una nueva carrera armamentística tecnológica.
2.
Huawei y el gobierno chino han iniciado pruebas de 6G con velocidades de 1 Tbps y latencia de 0.1 ms, superando las proyecciones de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (UIT), que estimaba su comercialización para 2035. Estos avances se sustentan en antenas inteligentes basadas en metamateriales y redes satelitales integradas, según un informe del Ministerio de Industria y Tecnología china (2024).
La ventaja china no es casual: inversiones anuales en infraestructura 5G/6G superan los $ 300 mil millones, mientras EE.UU. dedica menos de $50 mil millones, según datos del Banco Mundial.
Hay que recordar que el exsecretario de Defensa estadounidense Mark Esper lo admitió en su renuncia (2023): «China lidera en telecomunicaciones, IA y energía cuántica. Nuestra desventaja tecnológica es de al menos 15 años en sectores críticos».
El control de estándares 6G antes de 2030 asegurará a China dominio global en flujos de datos, protocolos de seguridad y regulación digital.
Por su parte, Europa, dividida entre burocracia y dependencia tecnológica, se limita a declaraciones retóricas. A eso y a la guerra, con Macron à la tête.
3.
Informes de la Agencia Europea de Derechos Fundamentales (FRA, 2024) revelan que agencias como la NSA y GCHQ utilizan GPUs de NVIDIA (A100 y H100) para analizar 5 exabytes de datos diarios mediante sistemas como Sentinel AI. Este software identifica patrones de comportamiento en redes sociales, correos electrónicos y dispositivos IoT, etiquetando a usuarios como «de riesgo potencial» por actividades aparentemente inocuas: búsqueda de información alternativa, crítica a políticas gubernamentales o consumo de literatura no alineada con narrativas hegemónicas. Un caso documentado por Le Monde, previo el ataque paranoico de Macron que acabó con la detención del jefe de Telegram, muestra cómo activistas ambientales en Francia fueron sometidos a vigilancia constante tras compartir artículos sobre minería ilegal en África.
Además, plataformas como Gemini (Google) y LLaMA (Meta) aplican filtros ideológicos en sus respuestas. Estudios de la Universidad de Stanford (2024) demuestran que estos modelos suprimen términos como «cambio climático natural» o «alianzas militar-industriales» en favor de narrativas oficialistas. En Telegram circulan miles de casos de usuarios censurados por cuestionar el relato sobre conflictos como Ucrania o Gaza. O la multiculturalidad y las políticas identitarias en universidades. O las políticas de intrusión de las editoriales de textos escolares. La IA, lejos de ser neutral, es un arma de guerra cognitiva, como lo ha dicho claramente y más de una vez el coronel Pedro Baños, por ejemplo, a quien se acusa, cómo no, de conspiranoico.
4.
China afirma haber roto el cifrado RSA-2048 mediante un ordenador cuántico de 4.096 qubits, según un artículo en Nature (abril 2024) firmado por científicos del Instituto de Tecnología de Hefei. De ser cierto, adiós a todos los sistemas de seguridad actuales, desde transacciones bancarias hasta secretos estatales. En respuesta, EE.UU. se propuso acelerar el proyecto Quantum Fortress, un consorcio de DARPA, IBM y MIT para desarrollar criptografía postcuántica. Sin embargo, expertos como Bruce Schneier advierten: «El mundo tiene menos de cinco años antes de que los sistemas actuales sean vulnerables. La carrera no es por la AGI, sino por sobrevivir a una guerra digital sin precedentes».
Mientras China consolida su hegemonía tecnológica con planes a 2050, EE.UU. recurre a bloqueos comerciales y monopolios digitales para frenarla. Europa, paralizada por su relativismo ético y burocracia, se convierte en rehén de ambos.
¿Aquí, cerca…? Perú y Iberoamérica, ausentes en esta discusión, por lo que se ve, seguirán importando tecnología, leyes y narrativas, profundizando su dependencia.
Sobre estudios y trabajo, en particular:
5.
Según el informe del Banco Mundial de junio de 2024 no solo reveló cifras escalofriantes sobre la empleabilidad de egresados en Humanidades y Ciencias Sociales en Perú: el 60% sin trabajo en su campo y carreras como Estudios de Género, Sociología Activista e Historia Reinterpretativa con tasas inferiores al 30%. Ocurre que estas estadísticas son parte de un fenómeno global que ha comenzado a desmoronarse bajo su propio peso. En Estados Unidos, las universidades de élite han reducido programas de Teoría Crítica Racial y Estudios Decoloniales tras una caída del 70% en matrículas entre 2019 y 2024, según datos de la National Center for Education Statistics (NCES). La razón: los empleadores rechazan cada vez más perfiles con enfoques ideológicos que no resuelven problemas técnicos o económicos reales. Sin embargo, en Perú, instituciones como San Marcos y La Cantuta persisten en financiar estas disciplinas con fondos estatales y ONGs, ignorando el desastre laboral que generan.
6.
India, cuarta potencia económica y tecnológica mundial, ha cerrado 350 universidades privadas desde 2010 por ofrecer «títulos sin valor laboral», según el Ministerio de Educación indio. En su lugar, el país ha fortalecido institutos técnicos como los IIT (Indian Institutes of Technology) y ha integrado humanidades rigurosas en universidades de elite, enfocándose en análisis literario y lingüístico aplicado a la productividad. Resultado: en 2023, el 85% de egresados en ingenierías y tecnologías encontró empleo en menos de seis meses.
¿Y por aquí?
En Perú, solo el 22% de egresados en carreras afines logra algo similar a lo dicho de los indios. La paradoja es evidente: mientras India prioriza la excelencia funcional, Perú mantiene un sistema que premia la sobre educación vacía y, por tanto, la engañosa sobre calificación.
El problema de esta «sobre calificación» lejos de ser un mito, da pie a un auténtico drama estructural. En Perú, el 40% de universitarios es subempleado (INEI, 2023), mientras faltan técnicos en minería, IA y logística. Este desfase responde a un mercado académico que vende maestrías y doctorados inservibles. Con ello nos referimos, no sólo a lo que resulta tan fácil de constatar en el campo de la acción mismo, así como en apenas una conversación con algún titulado que empieza a desbarrar en idealismos; según el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (CONCYTEC), el 68% de los artículos científicos peruanos son citados menos de cinco veces en una década. La solución no es formar más «académicos de pega», sino profesionales con habilidades transferibles y conocimientos prácticos.
Las carreras con mayor crisis de empleabilidad en Perú son Psicología (32%), Relaciones Industriales (28%), Docencia (25%), Abogacía (23%), Administración de Negocios (20%) e Ingenierías Comercial e Industrial (18%), según el Ministerio de Trabajo (2024). Estas disciplinas, salvo excepciones, carecen de conexión con las demandas del Siglo XXI. Ejemplo: en Arequipa, región minera clave, hay a la fecha 12,000 puestos técnicos vacantes por falta de especialistas, mientras universidades locales siguen formando psicólogos y abogados sin competencias técnicas reales, aunque supuestamente duchos en jerga pseudo científica y relativista de moda.
Implicados cercanos…
La Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (SUNEDU) ha sido señalada por su inacción ante la crisis. Según una auditoría del Organismo Supervisor de la Inversión en Educación (OSITRANEDU), en 2023, 17 universidades con índices de empleabilidad inferiores al 30% no recibieron sanciones por estar alineadas con discursos progresistas. La Universidad Ruiz de Montoya, mencionada en el diario El Comercio (12/09/2022), es emblemática: el 80% de sus egresados en Educación Inclusiva no ejerce la profesión, pero sigue operando en parte con financiamiento estatal. Esta complicidad revela un pacto entre políticos, sindicatos académicos y ONGs que priorizan la ideología sobre la calidad educativa.
Y entretenimiento en relación a manejo de medios, guerra cognitiva y educación
La historia de la inteligencia estadounidense está plagada de ejemplos de cómo ha utilizado su famoso constructo: la cultura, como herramienta de influencia global. Desde el financiamiento encubierto de festivales de jazz durante la Guerra Fría para proyectar una imagen de libertad cultural, hasta la infiltración de medios de comunicación con narrativas ideológicas, la CIA ha operado históricamente a través del llamado arte contemporáneo y, por supuesto, la educación dizque artística. Hoy, entre algoritmos, esta estrategia se ha refinado.
Circulan en Telegram pruebas y declaraciones explícitas respecto de la participación de la CIA como entidad financiera y promotora de Taylor Swift y Bad Bunny, entre otras celebridades. Los indicios de una red de influencia indirecta mediante instituciones culturales y mediáticas vinculadas al establishment estadounidense son abundantes y elocuentes. Rolling Stone, la infame revista propagandística, históricamente cuestionada por su proximidad a agencias de inteligencia (algo documentado por Frances Stonor Saunders entre otros), ha posicionado sistemáticamente a pseudo artistas en listas de «influencia cultural». Además, el Latin Grammy Awards, evento clave para la visibilidad de artistas hispanos (no latinos), es patrocinado por corporaciones como Mastercard y Universal Music, empresas con conexiones indirectas a redes de lobby pro-Washington en Iberoamérica. Para no contar con la dinámica misma de votos que se da al interior de las Academias de Arte y Música tanto en Norteamérica como por estos lares, en directo beneficio de la correctamente denominada industria musical.
Hay más, por supuesto. Un análisis de Spotify (2024) revela que el 70% de las canciones más escuchadas en Hispanoamérica son producidas por sellos vinculados a EE.UU., mientras que artistas independientes apenas superan el 5%. Esta concentración no es casual: responde a una industria que prioriza estandarización y control sobre diversidad.
Y la supuesta academización de la cultura pop refuerza esta dinámica. Universidades como NYU y Stanford han creado cursos sobre la vida y obra de Taylor Swift, analizando su impacto «en el feminismo neoliberal» o su uso de redes sociales. Según datos de la Asociación de Universidades Norteamericanas (2023), el 65% de los programas de estudios culturales en EE.UU. están financiados por empresas tecnológicas y medios de comunicación aliados al establishment.
¿Por estos lares…? En Perú, la Universidad de Lima ofrece un curso titulado Análisis Sociocultural de la Música Pop Global, centrado en artistas como Swift y Bad Bunny.
[Aparte de Telegram y otros medios que, por obvias razones, no debo revelar a mis estudiantes de escuela, las fuentes directas de esta información son de fácil acceso: Banco Mundial, INEI, CONCYTEC, Ministerio de Trabajo de Perú, NCES (EE.UU.), Ministerio de Educación de India, Asociación de Universidades Norteamericanas (2023), CNRS (Francia), INEI (Perú), Spotify Charts (2024), Documentos desclasificados de la CIA sobre operaciones culturales (1960–1990), Etc.]