EN LA SALA DE EXPOSICIÓN - 7

Entretanto, la ciudad bulle más allá, mil caminos, intenciones extraviadas, algunas pocas ideas que se enlazan, se conectan, la mayoría, echa chispas, estridente, antes siquiera de admitirse relativa, potencial, mano tendida, un labio elevado, anhelo, quizá, cuando muerde ya el anzuelo de lo que la pierde de sí, la conduce como dato de una necesidad, solamente, y dispone de inmediato el placebo — más postergación, ahondando en el hoyo, la marea; y es su rumor cargado, el que llega hasta aquí a través de la cúpula, de rato en rato esquirlas de los actos que marcan el tiempo de veras, que fuerzan la atención, acaso lo único que alguien habrá de recordar: un choque, un muy áspero frenazo, algo que se rompe, afuera o dentro de uno — a pie en la vía, estancado en el pozo de su perplejidad, hasta que olvida por qué llegó allí…; y toda esa gente, viva, sí, todos, biológicamente, y, acaso un buen porcentaje, en otro plano, más que yo, que aguanto las ganas nuevamente, de salir y unírmeles, piedra lisa y opaca, aunque con un único feroz filo al frente — ver, ver, devorar, entre la marea de vidrio roto sin pulir, astillas de colores que encierran burbujas de memoria escurrida, volatilizada, donde apenas y se refleja el guiño de los anuncios aquí y allá, a cada paso, rápido, conforme uno accede al turno de ámbar a verde, cuando por dentro, el interruptor averiado de tanto prender y apagar, incapaz de semejante ritmo, de esta marcha de registro, debilitado, robado, rueda bobamente al viento de las fuerzas — de afuera, otro adentro

que es donde anda ella, paso a paso olvidado de inmediato, mirada indiferente, una procesión particular por dentro — deseos, ideales, peligros, una maraña de falsas pesadillas y una serenidad ahora marginada; y yo le atribuí a su sola presencia, a cada confesión, acaso sólo pretendidamente veraz, tal, tal importancia; al punto de haber querido mostrarle, tan pronto, la vieja casa, recorrer con ella el camino de ese día que empezó con el portón, y traerla incluso a esta sala, Ana, aunque pronto me di cuenta, habría sido un enorme desatino; era otra, alguien distinto