EN LA SALA DE EXPOSICIÓN - 2

Tiempo — el consuetudinario y el particular, incluso al margen de la memoria, que a veces parece empozarse, para correr o cambiar de forma, en realidad, siempre, en una u otra dirección, incluidas abajo y arriba, merced de la tierra y el sol, del viento y la gravedad, hasta desaparecer como tal y reaparecer más allá, es cierto, pero ajeno, propio de otro, y otro él mismo, mudo para quien carece de la clave, novedoso, sorpresivo y asombroso para quien tiende sus dedos hacia él, niño todavía, espantoso, para quien se descubre impotente ante su caudal;

pero, sea como fuere, ambos, tengo la certeza, se deshacen de mis arpones, de cuanta seña he tratado de prenderles, notas, dibujos, cuántos parlamentos confiados a memorias infieles, todo mundo ocupado en sí mismo o en alguien más, proyección egoísta, extraviado, a fin de cuentas, ignorando que pudo haber un ambos, juntos, un hogar, mi sueño, querida amiga, sé que me entiendes; y es mi tiempo, Ana, como el tuyo y el de otros dedicados así a esto, presas de momentos dilatados, hoyos en el lomo de la noche, hasta donde alcanzo a concebirlo, único, integrado en su complejidad simbólica, de luces y sombras, gritos y ahogos, tanta ternura, antes, y también otro tanto, después de la vorágine, del estímulo sin tregua, tanto que se va con quienes partieron y yo bien recuerdo y cito cuanto puedo, pero también se esfuma ahora en los ojos grises de quienes quedan y saben de sí mismos menos ya de lo que me confesaron con mayor o menor acierto, hace cada vez más y más años, perdidos sin certeza alguna ni elocuencia alguna en su silencio, ningún asentimiento al polvo en que se licúan sin saberlo, ni mucho menos una negación, ciegos aturdidos, aferrados a mi manga, que les ofrezco una y otra vez, a más, sí, vengan, cuantos se pueda de los suyos, que también son míos, siempre que compartamos las calles, los ecos, la remota luz, imposible de ver igual hoy, la música y la complicidad de las sombras que fija así relieves maravillosos donde entonces el asombro impedía fijar nada, cuando la palabra errada, el menor desliz lo hubiera estropeado todo; vengan, vengan, y tejo sin parar, que crezca la prenda y soporte los tirones, lo mismo que el pulso de quienes, me parece, pueden todavía percatarse, es cierto, ha de quedar algo de nosotros, algo, y no poco, gravitante… que se preste, además, a congregar más, a reunir(nos), por lo que llamarlo tan de buenas a primeras orgullo resulta tan fuera de lugar, reducción grosera del Honor, de la alabanza a la obra, nunca de un hombre solo, por lo que hay quienes dicen, entonces, de la lengua que se pronuncia a través de ellos, de la representación plástica que emerge traicionando todo escepticismo, Espíritu, que es lo que es, etimológica y lógicamente, aliento, impulso inaprensible, aura si se quiere, mas sustancial, que importa, claro que importa, y resiste, por eso mismo, que — somos