De tres en tres: Novelas de Iris Murdoch, Gerald Murnane y Benjamín Labatut

Por Juan Pablo Torres Muñiz

El príncipe negro, de Iris Murdoch

La obra de Iris Murdoch (Irlanda, 1919-1999) parece ciertamente inagotable. Bajo la red; El mar, el mar; El sueño de Bruno; El libro y la hermandad son todas novelas ejemplares de su singular talento para plantear cuestiones de lo más profundas por medio de una narrativa, además, de enorme gancho. El príncipe negro, obra publicada en 1973, se presta como puerta de entrada excepcional a su mundo.

La trama gira en torno a Bradley Pearson, un escritor maduro que enfrenta un bloqueo creativo, y su relación con Arnold Baffin, un joven escritor exitoso. La narrativa se complica con una red de relaciones amorosas y pasionales que desafían las convenciones morales.

La novela es un thriller intelectual que combina humor y profundidad filosófica, destacándose por su capacidad para retratar la complejidad de la gestión emocional, y la forma en que las pasiones nos someten a situaciones de lo más complicadas. Murdoch utiliza para ello, un estilo vibrante y reflexivo. Amor, el arte, en general, y la literatura en particular, son, entre muchos otros, temas abordados aquí como rara vez de mano de otros autores.

Notas al margen:

  • En entredicho: arte, vocación, matrimonio, amistad, lealtad y fidelidad, el valor «relativo» de la verdad, libertad y justicia como valores relativos (condicionados siempre por un propósito u objetivo), entre otros conceptos.
  • Seducción: Murdoch hace lucir sencillo atrapar al lector sin subestimarlo nunca. Desafía constantemente, pero con enorme sutileza. Sí: gancho y hondura, y nada de respuestas ni supuestas verdades definitivas, nunca.
  • Una lectura atenta devela casi de inmediato un orden mental, una capacidad de articulación extraordinaria. La oportunidad de aproximarse a ella es, cuanto menos, curiosa.

Entretenida, honda, asombrosa, El príncipe negro es, cuanto menos, muy recomendable.

Las llanuras de Gerald Murnane

Entre los muchas veces nominados al Nobel de Literatura más difíciles de clasificar, Gerald Murnane (Australia, 1939) es, quizá, además, de los menos traducidos a nuestro idioma. Las llanuras, publicada originalmente en 1982, basta, felizmente, para explicar la rendición de la crítica ante su trabajo.

Conforme reza la contratapa de la única edición en nuestro idioma, a cargo de Ed. Minúscula (que lo presenta como libro de paisajes), Las llanuras sigue a un joven cineasta que llega al interior de Australia con la ambición de filmar la película definitiva sobre las llanuras. Ahora bien, el viaje se torna en una exploración de la subjetividad de la población de las llanuras, obsesionada con la paradoja de su identidad indefinible, así como de la del narrador, que finalmente, tras años al servicio de un terrateniente notable, reconoce que probablemente nunca realice film alguno.

El estilo de Murnane, escueto, mas no por ello carente de poesía, sino todo lo contario, transforma el paisaje en un fresco engañoso en que se reflejan las ilusiones de los personajes, si bien bajo un manto de encanto seductor más allá de ellas. Así, desde la burla misma del personaje narrador, insta a cuestionar su rendición filosófica al romanticismo con temible agudeza.

Notas al margen:

  • En entredicho: El Arte (así, con mayúsculas), tanto como mímesis como medio de abstracción; la identidad personal y la identidad comunitaria (tanto enfrentadas, como lo contrario), la memoria y la escritura; el cine como medio de expresión limitado en su capacidad narrativo descriptiva (y, algo menos, en la poética); el romanticismo; la voluntad como objeto de culto sin negar, paradójicamente, el imperio de la realidad material, que pulveriza siempre las buenas intenciones. Y más…
  • El artificio narrativo es, sí, alucinante. El narrador encarna, en la ficción en que nos sumerge, el principal sujeto de crítica, no obstante, le debamos el desvelamiento de la ilusión solipsista que, sin más —engañoso, muy engañoso «sin más»—, acepta.
  • La forma en que el texto desarrolla en sí, filosofía del arte, pero más aún a ontología y gnoseología, deja en ridículo cantidad de intentos paralelos a los que el estatus de logro le fue dado, fruto de su efectismo.

En definitiva, una joya.

MANIAC de Benjamín Labatut

Su último par de novelas justifica sobradamente el entusiasmo que levanta el nombre Benjamín Labatut (Países Bajos, 1981). Si Un verdor terrible, todo un fenómeno editorial, sorprende, MANIAC, además de confirmar, excede toda expectativa. Su hibridación de narrativa de ficción, ensayo y crónica de investigación, aunque acusa la influencia de otros grandes autores como Sebald, por ejemplo, destaca por su fuerza y originalidad.

MANIAC se centra en la figura de John von Neumann, un genio matemático cuyos aportes a la ciencia moderna son incontrovertibles. A través de un coro de voces, Labatut retrata la complejidad del científico húngaro y su impacto en la mecánica cuántica, la bomba atómica y la inteligencia artificial.

El estilo de Labatut es ágil y potente al punto de hacer ver de lo más sencillo el modo en que conduce al lector de la tragedia del físico Paul Ehrenfest al enfrentamiento entre el jugador de go Lee Sedol y la IA AlphaGo, sin pasar por alto variedad de eventos históricos cruciales en la conformación de nuestro mundo actual, así como reflexiones cuanto menos interesantes y, en los mejores momentos, inspiradoras.

Decir que es una novela que invita a meditar sobre el progreso científico y sus implicaciones filosóficas sería quedarse corto. Reconocer en su estructura, así como en su lenguaje preciso y de notable capacidad poética, una mano ya maestra, acaso resulte más justo.

Notas al margen:

  • En entredicho: conocimiento, ciencia, sabiduría, autonomía, libertad, responsabilidad, la muerte. (Se dice fácil.)
  • ¡Vaya pulso! Intenso, sin efectismo. Cada tanto, uno se pregunta, si no la sabe, la edad del autor; de saberlo, asiente: ¡vaya pulso! Con claro respeto por el lector (no como el pretensioso Nolan en cine).
  • Estimulante, muy estimulante. Acabas por comprar su otra novela. Felizmente, aciertas con ello.

¡Menuda sorpresa…!