De tres en tres: novelas de Gustavo Faverón, Edward St. Aubyn y Joshua Cohen
Por Juan Pablo Torres Muñiz
Efectivamente…: Minimosca de Gustavo Faverón
Si Vivir abajo causó auténtico revuelo, Minimosca, hoy, apenas a un par de meses de su publicación, llegado bastante más lejos. El consenso que genera es inusual: Habrá que seguir de cerca la obra de su autor, Gustavo Faverón Patriau (Lima, 1966), no porque parezca, vaya a dejar de resultar simplemente prometedora, sino porque es una realidad y lo que ahora toca no es menos que ver hasta dónde alcanza a llegar, habida cuenta su ambición, mientras, de paso, remueve el ralo entorno con su estela.
El argumento de la novela, de más de 700 páginas, se despliega a través de un juego polifónico ciertamente complejo, que no deja el menor cabo suelto. El entramado de la vida de Valladares, un boxeador amante de la poesía, y otros personajes cuya «realidad» también se mece entre el horror y el ridículo, cumple claramente su función: Se trata de una trampa, un laberinto en el que una historia contiene otra en sí o deriva, con un giro inesperado, en otra distinta, de rumbo a su vez impredecible.
Faverón se luce en la notable variedad de modulaciones que imprime en su narración: Hace parecer fáciles, de los cambios de ritmo, a los de nivel interpretativo, a que induce, y todo sin extraviar al lector, no obstante, lo mantenga adrede en una atmósfera de lo más enrarecida.
Notas al margen:
- Engañoso. Y cuando parece que resbalará para revelar el artificio, vuelve al cauce recio del motivo central, esa suerte de pesadilla.
- A diferencia de Vivir abajo, Minimosca establece una marcha propia, apartada de los referentes del fragmentarismo documentalista.
- Ligero, pero no superficial. Su aproximación a temas hondos invita a completar la faena por cuenta propia, mas a riesgo de perder el tren narrativo que, pronto, parte a una próxima estación. La intención es clara — y cumple con ella. No cabe aquí acusación alguna de falsa pretensión.
Más allá de la hiperbólica ola en medios, vale la pena. Y seguir atentos.

Lo que se hereda: Las novelas de Patrick Melrose de Edward St. Aubyn
Edward St. Aubyn (Londres, 1960) consiguió, con su serie de cinco novelas sobre la vida del aristócrata Patrick Melrose, no sólo seducir al público, sino también a la crítica internacional, hasta ponerla de acuerdo. Nos encontramos acaso ante el mejor novelista inglés activo, junto con David Lodge.
El ciclo de Patrick Melrose se compone de Da igual (1992), Malas noticias (1992), Alguna esperanza (1994), reunidas en nuestro idioma bajo el título El padre; y Leche materna (2005) y Por fin (2012), bajo el de La madre. Y así cubrimos de la traumática niñez a la complicada madurez del protagonista (acaso ya de vuelta de toda posible redención), previo paso por una juventud de atroces y tristes excesos, así como una amarga entrada en la adultez, de desengaño en desengaño, entre el filo de la crueldad y el del humor.
St. Aubyn explora las complejas dinámicas familiares, entre el cinismo y el afán virtuoso, entre yerros y traiciones, con lucidez tal que resultaría espantosa, de no ser por la finura del bordado que ofrece. Ahora bien, no lo logra uniformemente. Lo mejor del ciclo se encuentra en la primera y penúltima novelas que lo componen, pero la lectura de la pentalogía entera vale la pena.
Notas al margen:
- La agudeza de St. Aubyn recuerda a la de Cheever, no sólo por su alcance sino, en buena medida, por los modos de que se sirve y en los que se manifiesta. Ambos narradores disponen el brote de determinadas ideas, no las enuncian, simplemente; les dan vida como lo que son, en la comunicación que se da a través de la lectura. Conexiones entre cosas, hechos, sucesos y conceptos dispuestos para tal propósito. Su apelación a la inteligencia del lector no es para nada complaciente, pero tampoco pedante ni mucho menos reductible a un mero guiño con pase a ninguna supuesta complicidad sensible. ¿La diferencia? La belleza que Cheever extrae como asombro vital ante la majestuosidad de la vida, a menudo cruel, cede su lugar, de la mano del inglés, a la de una consciencia aparentemente sin «ismos», mucho menos los que puedan resultar arrojar resultados positivos en su interpretación de las circunstancias, pintándolas como fuentes de oportunidades. Y, sin embargo, el humor… Porque con St. Aubyn el presente lo es todo, se impone y, quiérase o no, este es también un sesgo importante. Que deja al lector tanta libertad interpretativa como calce en su más plena desesperanzada. Con lo que quedará, siempre, en todo caso, la burla, ese triste recurso.

Terriblemente cómica: Los Netanyahus de Joshua Cohen
Heredero de Saul Bellow y, sobre todo, Philip Roth, Joshua Cohen (New Jersey, 1980) redobló la apuesta por el conflicto en su última novela y, de paso, se llevó un Pulitzer. Su exploración de la complejidad de la identidad judía y las tensiones culturales que desata, inflamadas especialmente por el sionismo, arde en Los Netanyahus.
Ambientada en la década de 1960, la novela trata de la visita del controvertido historiador Benzion Netanyahu y su familia (incluido el entonces pequeño, mandatario de Israel actual de Israel) a un pequeño college estadounidense, donde el profesor Ruben Blum, judío estadounidense, acogido en el seno académico de la contradictoria potencia mundial, es obligado a acogerlos en casa. A partir de esta situación, Cohen se las arregla para poner en cuestión multitud de instituciones más allá de las expresamente mencionadas, haciendo de la supuesta cuestión judía y el conflicto israelí, un medio para penetrar en las dinámicas de fuerza y atribuciones de poder universales, tanto a nivel individual, como familiar y colectivo.
Una fórmula compleja, de auténtico valor: Cohen conjuga ingenio y profundidad, en generosas dosis, a través de situaciones incómodas y cómicas, de las que, finalmente, la figura de Benzion, con toda su arrogancia y fervor revanchista, sale muy mal parada, mientras la de Blum (personaje basado remotamente en el crítico Harold Bloom, a cuya narración de una anécdota debe Cohen la inspiración de su sátira), despierta compasión incluso en su cuestionable blandura.
Notas al margen:
- Tensión. Y ritmo. La contraposición de figuras, todas contradictorias en sí mismas, configura un fresco de enorme complejidad. Así, la novela resulta disfrutable tanto en su primera lectura, llevado por el enorme gancho de la acción y los diálogos, como, sobre todo, en sus revisiones, en las que muy pronto aflora la robustez filosófica sobre la que se erige la visión del autor, y desde la que arremete contra todos y todo.
- Muy interesante, la alusión misma a la aparente extinción de los lectores «comprometidos con la realidad», es decir, los buenos, quienes han de llegar vividos al texto, informados y con algo de experiencia, sin esperar de un simple texto respuestas, mucho menos tratándose de arte.
- Cohen y Labatut. Ojo… Mucho ojo…
Asombrosa novela. Muy recomendable.
