El silencio y los otros: Conversación con Isao Tomoda
Con Juan Pablo Torres Muñiz
Rostros. Un rostro. Una forma. Presencias.
En este caso, la repetición importa lo suyo, no se limita, ni mucho menos, a redundancia. Queda claro, aquí se trata de insistencia. ¿Pero por qué? ¿Y de qué naturaleza?
Se cuela, acaso con flagrante impertinencia, el término obsesión, tanto en cuanto a perturbación anímica producida por una idea fija, como a la propia idea fija o recurrente que condiciona una actitud en particular.
Lo cierto es que Isao Tomoda, a través de la suavidad de la forma, nos plantea varias cuestiones a propósito, de modo más bien complejo. Así, hablar de «obsesión» cabe nada más para dar pie a otras nuevas cuestiones. A ver si así, de pronto, un haz nos conduce a cierta revelación.
Pintar es un medio de comunicación. Nos conecta con otros. A mí me permite compartir incluso el vínculo empático que siento, lo bello.
Me expreso con pintura.
El amor humano es la base para los domadores pintores.
Respeto y admiro a otros por ser precisamente otros.
Ofreces una visión. La compartes… Bien, pero el mutismo de esos rostros enfrenta a quien se aproxima a ellos. Por decirlo de algún modo, su belleza es hermética en parte; sólo alcanzamos a ver la suavidad de la forma, en contorno, y hasta un aura, merced de la luz, de la textura. ¿Se trata acaso de una provocación sobre el amor? Directamente: ¿Qué ocurre con el sujeto que desea a otro y reduce su deseo a simple demanda?
Y se suceden las preguntas: ¿En qué medida ofrecer una visión no implica, a posteriori, plantear que se espera algo, muy particular, por cierto, en respuesta? ¿Es posible obviar o desaparecer del todo al otro en el proceso de elaboración de una obra? ¿Garantiza algo la expresión por sí misma, en el proceso comunicativo?
Si hablamos de comunicación, habrá que reconocer que existe uno o más sentidos, sentidos y propósitos.
Me gustaría proponer el mundo de belleza que encuentro en mi trabajo. Y el mundo expresado soy yo mismo.
¿Hablamos de un tipo de historia?
Tanto las novelas como las pinturas son creadas mediante la imaginación. La creación puede expresar el mundo más allá de la realidad.
Pero lo hace siempre desde ella… Un mundo más allá es eso mismo: otro, ficción o mentira, pero para operar como una u otra, ha de ser fiel a éste.
El idealismo cunde hoy, pero difícilmente quepa decir que más que nunca. Qué decir de edades antiguas, pero hace un siglo Freud comparaba la neurosis obsesiva con la religión; en 1907 dijo que era, en efecto, una suerte de religión privada; luego, que la religión es una neurosis obsesiva colectiva. Efectivamente, entre ambas se teje una relación curiosa; se trata de la misma arquitectura. Busca una garantía, una seguridad respecto al control del goce del otro, pero no encuentra el acto total, posible. Por ello se da la postergación, por una certeza que, sin embargo, nunca llega: No hay acto posible. No hay Cielo, ni infierno.
¿De qué fuentes se alimentan los trabajos artísticos?
Esto va de un hombre que cruzó la era cuando yo estaba vivo.
Y ahora, las manos operan para devolver, acaso, su forma o parte de su forma, a aquella visión… Surge nuevamente la imagen de un mundo más allá, originario.
Las manos digitales y humanas son muy diferentes. Yo siento el aliento de los seres humanos vivos en las manos humanas.
Artesanía como tradición para el encuentro…
El arte es buscar siempre la verdad. El arte verdadero nunca traiciona al alma porque hay amor verdadero. El arte está vivo, siempre.
Necesitamos amor verdadero en nuestras vidas.
¿Pero es el amor una respuesta certera, una certeza esencial? Se trata más bien de un construcción, quizá la más grande de las humanas, una catedral volante de razón y sueños que justifica la muy material atracción por otro cuerpo, la calma del bostezo común y el estímulo de las metas comunes, al que se añade una mayor certeza de consecución de objetivos. Y vaya que es parcial y falible. Y maravilloso. Por todo ello, claro, cuestiona, orada la realidad desde sus márgenes y pone en entredicho toda institución que se le atraviese, adversa, además de las que supuestamente le sirven, pero resultan siempre insuficientes.
Ante ello, cabe advertir que, lo sepa o no, el sujeto amado, el otro, sólo es capaz de dar lo que cree se le pide, y es así que en realidad complica el asunto, hace más remota la posibilidad de cualquier realización del ideal.
Es así que se abre la puerta al odio, que responde al amor: Puro ardor en el sufrimiento de la ignorancia, cuando no acepta el silencio como respuesta.
¿Por qué vivo?
¿Por qué hacer una pintura?
¿Qué es lo más importante en la vida?
Eso creo. En el amor.
Apuntaba a arte contemporáneo. Sin embargo, queda claro que no será entendido por mucha gente. De forma que prefiero expresar en el mundo del arte lo que cualquiera puede entender.
Un lenguaje, en apariencia, sencillo. Como clave que congrega a los sedientos de respuestas. Pero no les da nada a cambio. Salvo silencio.
El amor es todo para mí…
¿Qué es la vida humana?
Si pudieras creerme… Tengo la pureza en mi mente. Deberíamos tener la verdad para andar el camino. Llegaremos al fin algún día. Pero mientras tanto, seamos cuidadosos, no lastimemos otro corazón.
Estaré encantado contigo. Por favor continúen con amor por los otros. No quiero odiarlos, por favor amen a los demás y respeten al ser humano. Hay paz en este mundo.
Se trata de otra forma de invocación al silencio, la contraria del idealismo pesimista:
«Macbeth:
She would have died hereafter.
There would have been a time for such a word-
Tomorrow, and tomorrow, and tomorrow,
Creeps in this petty pace from day to day,
To the last syllable of recorded time;
And all our yesterdays have lighted fools
The way to dusty death. Out, out, brief candle!
Life’s but a walking sahdow, a poor player
That struts and frets his hour upon theistage
And hen is heard no more. It is a tale
told by an idiot, full of sound and fury,
Signifying nothing.»
(Un día u otro había de morir.
Hubiese habido un tiempo para tales palabras…
El día de mañana, y de mañana, y de mañana
se desliza, paso a paso, día a día,
hasta la sílaba final con que el tiempo se escribe.
Y todo nuestro ayer iluminó a los necios
y la senda de cenizas de la muerte. ¡Extínguete, fugaz antorcha!
La vida es una sombra tan sólo, que transcurre; un pobre actor
que orgulloso, consume su turno sobre el escenario
para jamás volver a ser oído. Es una historia
contada por un necio, llena de ruido y furia,
que nada significa.)*
La repetición es insistencia. Perseverancia. O locura.
Pero la fertilidad proviene de la pregunta latente. La obra es tal por cuestionar. Comunica, conecta, porque hiere, marca, revuelve. Duele (con lo que nos revela vivos).
Aquí, las damas cuyos rostros se nos cierran quizá sean una sola o, incluso, la dama única. Pero entre los cuadros, uno reconoce, se trata de decenas de bocas mudas, de miradas bajas condicionadas acaso por la piedad, en mística abstracción: perdidas en plena búsqueda. Ora armonía en silencio, ora soledad. Y el ruido que aflora. Del lado de el otro: de nosotros… Que, mientras admita la realidad material, mientras no pretenda el claustro ufano, no acabará por desbordarse desbordará en ruido ni furia.
(Traducido por Miriam Tejeda.)
* Macbeth (edición bilingüe). Penguin Clásicos.